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martes, 23 de noviembre de 2010

"El manipulador conoce bien nuestras debilidades" Por Walter Dresel

"El manipulador conoce bien nuestras debilidades"
Por Walter Dresel
Domingo 18 de octubre de 2009 | Publicado en edición impresa
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"El manipulador suele aparecer como un individuo muy fuerte y seductor, pero la realidad es que es sumamente inseguro, que disfraza su inseguridad agrediendo a su víctima en forma permanente, desvalorizándola.

Un ser abusivo que demanda constantemente e intenta imponer su criterio sin tener en cuenta lo que la otra persona siente o precisa", explica el doctor Walter Dresel, autor de Yo te manipulo, y tú ¿qué haces?

"Pero el manipulador crece y se desarrolla en la medida que alguien, la víctima, lo deja actuar, y se desmorona cuando esa persona comienza a defender sus derechos y a establecer límites. La víctima es una persona con problemas de autoestima que en su desesperación por mantener la armonía de su relación de pareja, por ejemplo, o por temor a perder su trabajo, se deja manejar, adopta un rol pasivo", agrega.

Dresel nació en Montevideo, donde estudió Medicina y se especializó en cardiología. Posteriormente se recibió de médico homeópata en la Asociación Médica Homeopática Argentina. Es columnista de radio y televisión, y autor de varios libros, entre otros, El espejo del alma y Toma un café contigo mismo.

–¿Cuáles son las herramientas del manipulador?

–El manipulador utiliza como herramienta fundamental la agresión. Desde la agresión psicológica sutil que va destruyendo paulatinamente la autoestima de su víctima hasta la amenaza de abandono o el chantaje emocional que consiste es inocularle sentimientos de culpa. Todos conocemos la frase: "Después de todo lo que yo hice por vos ahora me estás pagando de esta manera…" Pero el chantaje llega hasta tal punto que el manipulador hace creer a su víctima que tiene merecido su sufrimiento, por su incapacidad, falta de méritos o simplemente porque no está a la altura del manipulador. Todos tuvimos oportunidad de ver cómo les encanta dejar públicamente en ridículo a sus parejas, resaltando supuestas carencias que en la mayoría de los casos no existen. Frustrándolas cuando intentan hacer algo que las pueda llevar a ser el centro de una reunión.

–¿Qué puede hacer la víctima para salir de esa situación?

–El primer paso es, como recomiendo siempre, tomar un café con uno mismo. Hacer un balance y preguntarnos si estamos conformes con este estilo de vida, si podemos seguir cediendo, si se justifica por alguna razón nuestra conducta. Una

vez que tomamos conciencia hay dos opciones muy claras: o bien tomar la firme decisión de alejarnos definitivamente de lo que nos está haciendo tanto daño o negociar un nuevo tipo de relación. En los dos casos el objetivo final es dar un nuevo perfil a nuestras vidas.

–¿Cómo negociar con alguien que cree que nos tiene en su poder?

–Cuando uno va a enfrentar una negociación, no sólo con un manipulador, tiene que ir muy bien preparado. Debe saber claramente qué es lo que quiere para su vida de aquí en adelante. Qué es lo que no quiere y cuál es el precio que está dispuesto a pagar para mantener sus principios. En realidad, estas preguntas debería hacérselas periódicamente.

–¿Qué otra cosa debería saber la víctima?

–Que el manipulador conoce bien nuestras debilidades, por eso es importante que también nosotros conozcamos las debilidades de quien ejerció su poder sobre nosotros. No conviene mostrar urgencia en encontrar una solución que no contemple todo lo que pretendemos. Porque el nerviosismo y la necesidad de encontrar un arreglo juegan a favor del manipulador. Es preferible diferir la negociación hasta que nos encontremos en condiciones de sentarnos a la mesa, de igual a igual.

Algo que la víctima puede hacer es cercenar una de las herramientas más temibles del manipulador: la comunicación. "No me lo dijiste", "No te entendí...", "¡No escuchás!", etcétera, suele recriminar el manipulador a su víctima. Según estudios,

entre un emisor verbal y un receptor sólo un 30% llega a destino. Por lo tanto tenemos que ser muy claros, concisos, contundentes y entrenarnos en la tarea de comunicar las cosas bien.

–¿Cree que una negociación puede cambiar la actitud de un manipulador?

–Según mi experiencia clínica el manipulador difícilmente cambie. Más bien permitirá que la víctima se aleje y se tomará un tiempo para buscar otra víctima.

–¿Por qué la víctima lo soporta?

–A veces lo soporta porque cree que las cosas son así y no pueden ser de otra manera: ¡tremendo! O porque es tan baja su autoestima que no sabe cómo defenderse. Por otro lado, porque tiene temor de asumir una responsabilidad frente a la vida y no poder cumplir. Pero hay un grupo de personas que son conscientes de que son víctimas de la manipulación y eligen ese camino porque les resulta más fácil. Porque les resuelve la vida económicamente: alguien los protege o les permite pertenecer a un grupo social que de otra manera nunca hubieran logrado.

–¿Una reflexión final?

–Que sorprende ver la cantidad de hombres y mujeres que se sienten desconcertados cuando tienen que definir sus metas para incluirlas en un proyecto personal. Como si nunca se hubieran detenido para conocerse en profundidad e identificarse con aquello que realmente les gustaría hacer en sus vidas.

La Felicidad se Construye: Lo que la da

Felicidad concentrada.
El 10% de las personas está pensando en otra cosa cuando hace el amor, según un estudio de la Universidad de Harvard. La felicidad no depende tanto de lo que uno hace sino de cómo lo hace, según una investigación de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) presentada en la revista Science.Quienes prestan poca atención a lo que están haciendo y se distraen pensando en otras cosas suelen expresar un nivel de satisfacción bajo. Por el contrario, quienes se vuelcan en lo que hacen y no sucumben a las distracciones expresan una mayor sensación de plenitud. La única excepción es hacer el amor. También es la actividad que se suele practicar con más dedicación y menos distracciones.

Según los resultados presentados el pasado 12 de noviembre en Science,el nivel medio de satisfacción de los ciudadanos al hacer el amor es de 90 en una escala de 0 a 100. La segunda actividad en el ranking, hacer ejercicio físico, se queda en 75. “El porcentaje de encuestados que estaba pensando en otra cosa al hacer el amor es del 10%”, ha informado por correo electrónico Matt Killingsworth, primer autor de la investigación.

En cualquier otra actividad la tasa de distracciones supera el 30%, y se eleva hasta un 65% en actividades de aseo personal como ducharse. El equipo de Harvard no ha analizado todavía si el 10% de distracciones registrado al hacer el amor varía según el sexo. La investigación se enmarca en la disciplina emergente del estudio científico de la felicidad. Su principal limitación es que mide un tipo de satisfacción a corto plazo que tal vez no sea un reflejo preciso de la felicidad.

Pero el estudio tiene la virtud de que por primera vez ha conseguido monitorizar el grado de satisfacción de una muestra amplia de ciudadanos en tiempo real mientras realizan actividades cotidianas. Esto ha sido posible gracias a una aplicación que los investigadores han desarrollado para el iPhone llamada Track your happiness (monitoriza tu felicidad).

Los 2.250 voluntarios de distintos países que han participado en el estudio, de 18 a 88 años, recibían mensajes a distintas horas del día en que se les hacían preguntas como qué hacían en aquel momento o cómo se sentían.

Los investigadores han analizado hasta ahora 250.000 respuestas. “El estudio continúa y, si alguien de España quiere participar en él, puede apuntarse en trackyourhappiness. org”, informa Killingsworth. Al margen de hacer el amor, todas las demás actividades tienen una influencia pequeña en el nivel de satisfacción.

Por lo general, las personas que están conversando con amigos o escuchando música expresan un nivel de satisfacción más alto que las que están trabajando o sentadas en casa ante el ordenador. Pero las grandes diferencias no están ahí sino en la atención que las personas prestan a lo que hacen.

Cuando uno está concentrado en una actividad, el nivel medio de satisfacción es de 70 sobre 100. La puntuación es similar cuando uno se distrae pensando en algo agradable, pero cae a 60 cuando piensa en algo neutro y a 40 cuando piensa en algo desagradable. “Si se pide a la gente que imagine que ganan la lotería, suele hablar de lo que haría -´me iría a Italia, compraría un barco, estaría en la playa´-”,ha explicado Daniel Gilbert, coautor de la investigación, a The New York Times. “Pero nuestros datos sugieren que el lugar donde se encuentra el cuerpo es mucho menos importante que el lugar donde se encuentra la mente. El corazón va allí donde la cabeza lo lleva, y a ninguno de los dos les importa mucho dónde hayan ido los pies”.

Josep Corbella
Publicado en: La Vanguardia

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Felicidad concentrada

JOSEP CORBELLA - Barcelona

El 10% de las personas está pensando en otra cosa cuando hace el amor, según un estudio de la Universidad de Harvard

La felicidad no depende tanto de lo que uno hace sino de cómo lo hace, según una investigación de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) presentada en la revista Science.Quienes prestan poca atención a lo que están haciendo y se distraen pensando en otras cosas suelen expresar un nivel de satisfacción bajo. Por el contrario, quienes se vuelcan en lo que hacen y no sucumben a las distracciones expresan una mayor sensación de plenitud.

La única excepción es hacer el amor. Es la única actividad que ha demostrado tener una influencia importante en el nivel de satisfacción. También es la actividad que se suele practicar con más dedicación y menos distracciones. Según los resultados presentados el pasado 12 de noviembre en Science,el nivel medio de satisfacción de los ciudadanos al hacer el amor es de 90 en una escala de 0 a 100. La segunda actividad en el ranking, hacer ejercicio físico, se queda en 75.

"El porcentaje de encuestados que estaba pensando en otra cosa al hacer el amor es del 10%", ha informado por correo electrónico Matt Killingsworth, primer autor de la investigación. En cualquier otra actividad la tasa de distracciones supera el 30%, y se eleva hasta un 65% en actividades de aseo personal como ducharse. El equipo de Harvard no ha analizado todavía si el 10% de distracciones registrado al hacer el amor varía según el sexo.

La investigación se enmarca en la disciplina emergente del estudio científico de la felicidad. Su principal limitación es que mide un tipo de satisfacción a corto plazo que tal vez no sea un reflejo preciso de la felicidad. Pero el estudio tiene la virtud de que por primera vez ha conseguido monitorizar el grado de satisfacción de una muestra amplia de ciudadanos en tiempo real mientras realizan actividades cotidianas. Esto ha sido posible gracias a una aplicación que los investigadores han desarrollado para el iPhone llamada Track your happiness (monitoriza tu felicidad). Los 2.250 voluntarios de distintos países que han participado en el estudio, de 18 a 88 años, recibían mensajes a distintas horas del día en que se les hacían preguntas como qué hacían en aquel momento o cómo se sentían. Los investigadores han analizado hasta ahora 250.000 respuestas. "El estudio continúa y, si alguien de España quiere participar en él, puede apuntarse en trackyourhappiness. org", informa Killingsworth.

Al margen de hacer el amor, todas las demás actividades tienen una influencia pequeña en el nivel de satisfacción. Por lo general, las personas que están conversando con amigos o escuchando música expresan un nivel de satisfacción más alto que las que están trabajando o sentadas en casa ante el ordenador.

Pero las grandes diferencias no están ahí sino en la atención que las personas prestan a lo que hacen. Cuando uno está concentrado en una actividad, el nivel medio de satisfacción es de 70 sobre 100. La puntuación es similar cuando uno se distrae pensando en algo agradable, pero cae a 60 cuando piensa en algo neutro y a 40 cuando piensa en algo desagradable.

"Si se pide a la gente que imagine que ganan la lotería, suele hablar de lo que haría -´me iría a Italia, compraría un barco, estaría en la playa´-",ha explicado Daniel Gilbert, coautor de la investigación, a The New York Times. "Pero nuestros datos sugieren que el lugar donde se encuentra el cuerpo es mucho menos importante que el lugar donde se encuentra la mente. El corazón va allí donde la cabeza lo lleva, y a ninguno de los dos les importa mucho dónde hayan ido los pies".