El 11 de Enero de 2010 Isabel Palomeque aparecio en la contraportada de La Vanguardia, no os cuento mas que ahi ella lo expresa todo muy claro.
“Tengo 30 años. Nací y vivo en Barcelona. Estoy diplomada en enfermería y tengo un posgrado de electrocardiografía y UVI. Vivo sola. Colaboro con la productora Alta Realitat como bailarina de danza contemporánea. Soy política y espiritualmente agnóstica.
o era una enfermera vocacional, trabajaba en el Centro Y Cardiovascular Sant Jordi, comenzaba a realizar mis primeros servicios en la UVI. Estaba llena de ilusiones, pero…
Cambió su vida en un segundo.
Sí, en una cena con compañeros de trabajo me sucedió lo que jamás pensé que pudiera sucederme: un súbito dolor de cabeza, mi brazo y mi pierna derechos se bloquearon, me quedé sin habla, caí al suelo entre convulsiones y perdí el conocimiento.
Fue operada a vida o muerte.
Desperté 13 días más tarde. No sabía dónde estaba ni qué me había pasado. No entendía nada, no reconocía a nadie, estaba llena de tubos y conectada a un respirador. Recuerdo el frío glacial de las sábanas.
Un ictus.
Mi despertar a la vida fue trágico: hemipléjica, totalmente dependiente, incapaz de controlar mis necesidades y sin poder hablar. Toda mi vida, mi futuro y mis relaciones personales se evaporaban.
…
Me quedaban la familia y unos pocos amigos que también lentamente se fueron retirando de mi vida.
¿Qué edad tenía?
Veinticuatro años. Así, de repente, pasé de ser enfermera a paciente.
¿Entendió cosas de los pacientes?
Sí, que en esa circunstancia somos todos iguales: el gran cirujano y el indigente.
¿Cómo le trataron?
Mi estancia durante un mes en una planta de neurología fue algo muy parecido a un infierno. En la UVI contraje una enfermedad infecciosa y sufría las consecuencias del peor diagnóstico precoz, que se resume en cuatro palabras: “No atiende a órdenes”. La atención técnica era muy eficaz, pero humanamente…
¿No?
El equipo médico me salvó la vida, pero luego parecían completamente ajenos al hecho de que la persona salvada había sido condenada a una cadena perpetua de enormes repercusiones psicológicas.
¿Cómo trataron a su familia?
Mi familia debía suplicar los informes de evolución. La desorientación y la ignorancia sobre cómo afrontar el futuro inmediato eran desesperantes.
Un año sin poder comunicarse. ¿Qué le pasaba por la cabeza?
Rabia, que es espantosa, yque todavía arrastro, porque no poder explicarte es muy frustrante. Todo enfermo grave pasa una temporada de negación. Luego lo aceptas y te das cuenta de que el mundo sigue girando contigo o sin ti, de manera que hay que tragar saliva e ir a por él.
¿Ha tenido ayuda psicológica?
No, ni he tomado ningún tipo de fármaco antidepresivo. La familia ha sido lo esencial: mis padres, mis dos hermanos. El ictus es un terremoto emocional que separa o une, en nuestro caso ha formado una piña.
¿Recuerda algo del coma?
Un sueño: estaba en el aeropuerto con mi maleta, subida a la cinta transportadora, llorando y despidiéndome de mi familia. “¡Adiós, adiós! – les decía-.Nos volveremos a ver quién sabe cuándo”. Al final de la cinta transportadora había un túnel.
¿Lo cruzó?
No, me llamaron por los altavoces: “Señora Palomeque, en cinco minutos sale el vuelo”. “¡No llego, no llego!”, pensaba… Y desperté.
¿Un viaje agradable o desagradable?
Agradable, toda la familia se quedó atrás llorando, y yo les decía: “No os preocupéis, que los gatos tienen siete vidas y yo estoy en la primera”; eso decía mi subconsciente.
¿Le ha cambiado el carácter?
Ahora veo a la gente diferente, la veo a toda por igual, y antes quizá era más clasista. Procuro no tener miedo y mantener el ánimo alto. He hecho vuelo sin motor, salgo a cenar, a bailar. La vida se ha convertido en un reto, soy mucho más decidida.
¿Ha hecho nuevos amigos?
Sí. Salvo algunas excepciones, antes del ictus y después del ictus son vidas diferentes.
¿Cuál es su ilusión?
Ser útil dentro de mis limitaciones. No puedo fijar mi atención de forma continua; aunque cada vez lo hago mejor, me cuesta expresarme, pero me gustaría hacer algo por los demás sin más remuneración que la de ser aceptada como miembro activo de la sociedad.
¿Cuándo empezó a bailar?
Llegué al centro de rehabilitación en silla de ruedas, al cabo de un año empecé a decir frases más o menos coherentes y logré desplazarme de forma autónoma, aunque por el momento no he recuperado la movilidad del brazo y la mano derechos. Pero en cuanto pude hice un taller de danza integrada con Jordi Cortés.
… Ahora es una profesional.
Poco después me llamó para que participara en su espectáculo Vitriol.No me lo podía creer. Me levanto a las siete y media con una sonrisa, me gusta hacer bolos, me encanta esta obra, estoy ilusionada.
¿Ilusionada?
Hoy las cosas pequeñas me dan grandes alegrías. He aprendido a vivir el momento, carpe diem.Antes todo estaba en el futuro. Llevo un aparato ortopédico en una pierna para sostener el equilibrio y ese ha sido un favor enorme, un cambio radical, algo fantástico para mí, no se lo imagina. Pero ojalá a nadie le sucedieran estas cosas.”
Enhorabuena Isabel!
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